Monday, January 22, 2007


BOLIVIA: UN AÑO CON EVO

Hace un año, la contundente victoria alcanzada por Evo Morales en las elecciones en Bolivia creó un ambiente esperanzado en el país. Con un clima económico favorable y un nivel de aprobación que llegó al 80%, más el apoyo de la comunidad internacional, se esperaba que el combativo lider sindical, Evo, diera paso a un estadista capaz de gobernar para todos.
A un año de gobierno, está claro el lider sindical sigue mandando en el Palacio Quemado, y que los profundos cambios políticos, sociales y económicos impulsados por su gobierno –nacionalización del petróleo, una nueva reforma agraria, mayor centralización del poder-- se intentan imponer a través de un estilo autoritario, verticalista, que no tolera disensos ni oposición alguna. El proyecto político de Evo y el MAS es claro: crear una hegemonía de corte populista articulada en torno a lo indígena.
En principio, esta hegemonía iba a legitimarse a partir de una nueva Constitución definida en una Asamblea Constituyente. La Asamblea no ha avanzado nada debido a que el MAS quiso cambiar las reglas del juego e imponer la revisión de la Constitución por simple mayoría y no por los dos tercios que requiere la ley.
El fracaso del MAS con la Constituyente permitió el surgimiento de una oposición vibrante en el país, articulada en torno a los departamentos de la “media luna” (Santa Cruz como eje) y su demanda de autonomía departamental. En vez de negociar y buscar consensos, el MAS, que ha copado diversas formas del poder –la Corte Suprema de Justicia, por ejemplo--, decidió utilizar los movimientos sociales que controla –cocaleros, campesinos, sindicatos-- para destazar a la oposición. El intento de lograr la renuncia de Manfred Reyes y José Luis Paredes, dos prefectos opositores elegidos democráticamente, ha llevado a enfrentamientos y muertes en Cochabamba.
En su búsqueda del poder absoluto, Evo y el vicepresidente García Linera han fomentado la polarización racial y regional de una Bolivia de por sí muy fragmentada. La confrontación verbal ya ha dado paso a los balazos y a los machetazos. A un año de conducción del aparato estatal, los logros del gobierno –inclusión de sectores tradicionalmente excluidos, acuerdos energéticos beneficiosos, un clima de distensión con Chile, mayor presencia internacional— se ven oscurecidos por su tendencia natural a la intolerancia. Evo está haciendo todo lo posible para tornar una fácil victoria en una derrota. Ojalá que un posible gran líder no termine siendo recordado como el hombre que llevó a Bolivia a la guerra civil.

Saturday, January 06, 2007


QUERIDA FAMILIA: LAS CARTAS DE MANUEL PUIG


Bajo el cuidado de Graciela Goldchuck, la editorial Entropía acaba de publicar el segundo volumen de las cartas de Manuel Puig: Querida familia: cartas americanas. Las doscientas treinta y cinco cartas pertenecen a dos períodos: Nueva York (1963-1967) y Río de Janeiro (1980-1983). Los que han leído a este influyente escritor argentino descubrirán en varios pasajes un tono similar al de esa voz coloquial inconfundible de sus mejores novelas, en especial La traición de Rita Hayworth. Sin embargo, el efecto general es distinto: en las novelas de Puig, las cartas producen una sensación vivificante, incluso audaz: nos hallamos ante el escritor que se atrevió a prescindir de narrador y dejar que escucháramos directamente a sus personajes, y que incluso viéramos sus errores ortográficos a la hora de escribir. En cambio, como documento, las cartas a su familia son repetitivas, monocordes, planas. El fascinante Puig se convierte aquí en un hombre ordinario y poco dispuesto a abrir su intimidad.
En el período neoyorquino, está el descubrimiento, siempre sorprendente para un argentino, de que Estados Unidos puede competir con Europa: Nueva York es fascinante y además “no se siente soledad como puede ocurrir en París o Milán o la misma Roma”. Puig se gana la vida primero como traductor, luego consigue un trabajo en el aeropuerto, en Air France, que le permite viajar por el mundo gracias a pasajes muy baratos (sólo tiene que pagar el 10% del costo del pasaje). En cada carta, siempre hay menciones a dos temas caros al escritor: la ropa (“acá no hay una sin tapado blanco de lana pero me parecen ordinarias las telas”) y el cine (“Vi la primera sonora de Greta, ‘Anna Christie’, al principio ella está frenada, GENIAL, pero después se desata”).
Los que quieran entrar al taller del escritor se decepcionarán: hay pocas menciones a su escritura. Sólo al final de este período, cuando Puig inicia su consagración internacional gracias a que la editorial francesa Gallimard publica La traición, aparecen atisbos inmodestos: “el chisme se corre en París de que Sarduy y yo somos las dos súper revelaciones castellanas y que todo lo demás queda superado. ¿Qué me cuentan?” Otro detalle interesante es que el cinéfilo Puig resulta aquí más bien un populista: ni Antonioni ni Fellini ni Godard le llaman tanto la atención como el cine de entretenimiento apoyado en el star system de Hollywood (para Puig, las estrellas son siempre mujeres: Jean Harlow, Joan Crawford, etc).
El Puig que aparece en el período de Río de Janeiro es ya un escritor consagrado, que dedica sus horas a revisar traducciones, a seguir los estrenos teatrales de El beso de la mujer araña en varias capitales latinoamericanas, y a intentar salvar el guión de El beso para la adaptación cinematográfica (“estoy saturado del burro de Babenco”). En Río, Puig ya se ha convertido en un coleccionista obsesivo de películas, y varias cartas son más bien listas de las copias que acaba de recibir de películas antiguas enviadas por amigos desde Italia o los Estados Unidos.
A la hora de juzgar este libro, uno debe tener en cuenta que es el destinatario quien influye en gran medida en el tenor de la carta. Manuel Puig baja pocas veces la guardia ante su familia. Hay cosas que no se pueden contar a los padres: todo lo que tiene que ver con su homosexualidad, por ejemplo. Por ello, estas cartas aparentemente muy reveladoras apenas nos entregan una visión parcial de Puig.