Thursday, June 22, 2006


MR. ARKADIN: EL VERDADERO “ROSEBUD” DE ORSON WELLES

Hace algunos años, en un Blockbuster, quise alquilar una película de Orson Welles, Mr. Arkadin. Un amigo peruano que me acompañaba, entendido en la materia, me disuadió: no estaba seguro de que ésa fuera la versión “correcta”. La película, filmada en 1954, tenía una historia tortuosa: a principios de 1955, debido a la lentitud con que la editaba (“un minuto por semana”), Welles fue forzado a renunciar al trabajo de post-producción de Mr. Arkadin. Así, fueron apareciendo diversas versiones de la película: en julio de ese mismo año se presentó en Londres la editada por Renzo Lucidi, con el título de Confidential Report. En octubre fue estrenada en España otra versión, con el título de Mr. Arkadin. Para complicar las cosas, en mayo de 1956 se estrenó en Cannes una nueva Confidential Report, esta vez sin la sofisticada estructura de flashbacks planeada por Welles. En 1960, Peter Bogdanovich descubrió una nueva versión, llamada Corinth…
Mi amigo estaba equivocado: en realidad no hay versión “correcta”. Nunca sabremos cuál es la versión final que tenía Welles en mente, si es que la tenía. Sólo se puede conjeturar y comparar. Y, para complicar las cosas, añadir nuevas versiones. Eso es lo que acaban de hacer los encargados de la prestigiosa compañía Criterion, especialistas en producir DVDs de alta calidad de los clásicos del cine. Su The Complete Mr. Arkadin (2006) incluye tres versiones: la Confidential Report estrenada en Cannes, la Corinth (estrenada en los Estados Unidos en 1962), y una nueva, llamada The Comprehensive Version, a cargo de Stephan Drossler, director del Filmmuseum München y conocido por su trabajo en la restauración de películas de Ophüls y Lubitsch.
Welles dijo alguna vez que “toda la elocuencia del cine se crea a la hora de editar la película”. En cuanto a Mr. Arkadin, su opinión era: “me quitaron completamente la película de mis manos, y la destruyeron al editarla. Ése fue el verdadero desastre de mi vida”. Lo que no dice Welles es que sus problemas constantes a la hora de editar, de decidirse por una versión final, lo llevaron a peleas continuas con sus productores. De hecho, el genio incomprendido, el niño terrible, no terminó diez de sus películas, entre ellas clásicos como Los magníficos Amberson, La dama de Shangai y A Touch of Evil. En el caso de Welles pocas veces se puede hablar de Director’s Cut, ya que, como dice Jonathan Rosembaum, “su mente nunca vio su propia obra de manera estática, fija. Todo está siempre en desarrollo perpetuo”.
Mr. Arkadin pertenece al ciclo de su “exilio” europeo de 1947 a 1955 (años de Otelo y Don Quijote). La película tiene suficientes puntos de contacto con Ciudadano Kane como para que algunos críticos hayan sugerido que Mr. Arkadin sea vista como una sátira de su obra maestra, “lo grandioso convertido en falsedad teatral y la búsqueda de la verdad tornada oportunismo mediocre” (Dave Kehr). El mismo Welles actúa de Arkadin, un millonario “producto de la época” que contrata al oportunista Guy van Stratten para que descubra cosas de su pasado (supuestamente, tiene amnesia desde 1927). Lo que van Straten no sabe es que Arkadin quiere que esas cosas sean descubiertas para ser luego mejor ocultadas.
La idea es original; en su esencia, estamos en el mejor de los territorios noir. Pero, claro, cuando se trata de Welles no se puede esperar una película convencional de género, y comienzan esas preguntas sin clara respuesta: ¿por qué Welles lleva esa peluca y barba tan obviamente falsas que le dan la apariencia de un actor de tercera en un teatro de provincia? ¿Por qué un actor de radio mediocre como Robert Arden para el papel principal? ¿Por qué Acapulco, Amsterdam y el norte de África aparecen en la película como escenarios de cartonpiedra? ¿Quería Welles, a la manera de un escritor posmo, contarnos una historia y a la vez mostrarnos que ésta era un artificio? ¿Se estaba burlando de todos, incluidos sus productores? ¿Había perdido la cordura? O quizás se trataba de uno más de sus viajes megalomaniacos, quizás el más excesivo de todos: Welles le presta su voz, no muy bien disimulada, a dieciocho personajes de la película. Se trata, como dice el crítico J. Hoberman, de un “solipsista teatro de títeres”.
Con todo, Welles no puede con su genio. Y éste está ahí, en los claroscuros de las escenas goyescas en España, en los flashbacks encabalgados, en los ángulos extraños que le dan un toque mágico a escenas que podrían ser triviales. Así, hay que ver Confidential Report para apreciar la versión en la que Welles trabajó más (aunque su productor, Luis Dolivet, tuvo mucho que ver en el producto final), la Corinth para gozar de la compleja estructura de flashbacks, y la Comprehensive Version para descubrir lo que quizás pudo haber sido. Si el todopoderoso Kane tiene un enigmático “Rosebud” que le da anclaje emcional a su búsqueda en el Ciudadano Kane, Welles tiene en la película Mr. Arkadin a su propio Rosebud. ¿La diferencia? Kane encontró su Rosebud. Nosotros seguimos buscando el que perdió Welles.
¿Es una obra maestra? Quizás no. Pero, salvedades aparte, es una película de Orson Welles, y eso es suficiente.