Monday, May 01, 2006


LA CIENCIA-FICCION MAS ALLA DE LA “CIENCIA-FICCION”

Descubrí la ciencia ficción de la mejor manera posible, cuando tenía diez años y sólo me interesaba leer una narración que me cautivara. No sabía de géneros ni si, para la historia de la literatura, H.G. Wells era más o menos importante que Joyce.
En ese entonces leía, sobre todo, a Julio Verne, algo que –para quien leía a Verne como un contemporáneo y no le interesaba saber que era un autor francés del siglo XIX--, amortiguaba cualquier intento de proyectar el futuro en el presente; a fines de la década del setenta, yo ya estaba familiarizado con submarinos y viajes a la luna. Primera convención implícita del género: toda obra de ciencia ficción inicia su camino hacia el anacronismo apenas publicada (en realidad, esta convención abarca a toda obra literaria: para comunicarse, algunos personajes de Henry James usan el telégrafo. Los lectores de hoy aceptamos esa extravagancia y no lo amonestamos por ello; no somos tan benévolos con los autores de ciencia ficción).
Se juzga a la ciencia ficción por su capacidad de imaginar el futuro; se mide a los escritores del género con la vara con que Victor Hugo pedía medir a los poetas: como profetas y visionarios. Nadie discute si Verne, Wells o Dick eran buenos escritores; cuando se habla de ellos, es inevitable discutir cuán acertadas o no fueron sus predicciones. Y sin embargo, quizás Verne, Wells y Dick no son importantes por ello sino porque fueron grandes narradores que, al imaginar el futuro, dejaron constancia de los sueños, ansiedades y pesadillas de la Francia del “siglo del progreso”, de la Inglaterra a fines de la era victoriana, del paranoico Estados Unidos de la “guerra fría”.
Una historia de la literatura del siglo XX debería analizar el progresivo avance de dos géneros, el policial y la ciencia ficción, sobre las canónicas aguas de la literatura de corte realista. Hoy, casi no hay novela realista que no juegue con algunas de las convenciones del género policial, ni que explore un tema o arriesgue un párrafo o una especulación que décadas atrás hubiera estado confinada a la ciencia ficción. Cuando nos ponemos a narrar el presente, nos topamos con la biotecnología y los piratas informáticos; el paisaje urbano está plagado por tecnologías tan nuevas que algunas ni siquiera han visitado las páginas de la ciencia ficción y ya son parte normal de la novela realista. No es casual que las últimas novelas de autores mainstream como Ishiguro y Houellebecq sean obras de ciencia ficción (en el caso del francés, hay un antecedente: su segunda novela, Las partículas elementales)
Quizás la ubicua presencia de las nuevas tecnologías en la novela realista de hoy nos permita leer a la ciencia ficción de otro modo: más allá de los fuegos artificiales de sus artefactos futuristas y de su capacidad para imaginar un futuro posible. Es decir, más allá de las convenciones del género. Entonces, si los escritores de ciencia ficción observan el presente tratando de ver qué tendencias podrían proyectarse hacia un futuro cercano –Philip Dick en Blade Runner-- o lejano –Orson Scott Card en Ender’s Game-- y radicalizarse en éste, quizás una buena lección para cualquier escritor contemporáneo sea leer el género y hacer el viaje a la inversa: es decir, ver qué tendencias del presente han sido radicalizadas en las novelas del género, y tratar de concentrarse en ellas para narrar dicho presente.
La historia del género en el continente puede retrotraerse a El maravilloso viaje del Sr. Nic-Nac (1875), del argentino Eduardo Ladislao Holmberg, considerada la primera novela latinoamericana de ciencia ficción. De ese período también se puede mencionar la novela Desde Júpiter: Curioso viaje de un santiaguino magnetizado (1878), del chileno Francisco Miralles. En el fin de siglo XIX, hubo varios escritores modernistas que coquetearon con el género, pero el más influyente fue Leopoldo Lugones, sobre todo gracias a su libro de cuentos Las fuerzas extrañas (1906). Durante el siglo XX, aparecen las inmensas presencias de Borges y Bioy Casares, como antologadores, prologuistas y autores de obras clásicas como “Tlon, Uqbar, Orbis Tertius” (1940) y La invención de Morel (1940).
La ciencia ficción recién comienza a ser tomada en serio como género en la segunda mitad del siglo XX. De acuerdo a Andrea Bell y Yolanda Molina-Gavilán, editoras de Cosmos Latinos (Wesleyan UP, 2003), una de las más completas antologías de la ciencia ficción latinoamericana, la “edad de oro” se inicia alrededor de los años 60, con la aparición de autores como el chileno Hugo Correa y la argentina Angélica Gorodischer. Esta tradición propia no es tan conocida como la obra de autores que, sin instalarse dentro del género, lo utilizan para sus propios fines o entran y salen de él a su antojo (por ejemplo, el Piglia de La ciudad ausente y el guión de La sonámbula).
Quizás esa relación tan fluida con el género sea una de las mejores contribuciones de la literatura latinoamericana a la ciencia ficción. Pero no es la única. Lo atestiguan dos recientes novelas de ciencia ficción pura y dura: Ygdrasil, del chileno Jorge Baradit (2005) y De cuando en cuando Saturnina, de la inglesa-boliviana Alison Spedding (2004). Respetan todas las convenciones del género, pero demuestran que éste, bien llevado, no tiene que ser una camisa de fuerza. Aunque dicen cosas del futuro, retratan mucho mejor nuestro zeitgeist actual. Lo mejor que podemos hacer con novelas como éstas es leerlas a la vez como ciencia ficción y más allá de la “ciencia ficción”.

10 Comments:

At 7:42 AM , Blogger Gonzalo said...

La ciencia ficción ( o ficción científica como prefiero llamarla) hoy en día no tiene límites claros. Sin embargo, sigo prefiriendo los estilos más puros como los libros de Robert J. Sawyer (El cálculo de Dios,Hominidos,Hibridos, Humanos) por ejemplo.
Usualmente mi guía para comprar libros de autores modernos de SF era ver el listado de los Premios Hugo pero deje de hacerlo cuando el año 2001 se lo dieron a J. K. Rowling por Harry Potter y el caliz de fuego.
Tal como dice Edmundo el 2005 vio la luz en Nova el libro Ygdrasil de Jorge Baradit, libro que según lei en la prensa fue lanzado dos veces. La verdad, coincido en que es un libro pesado, pero la verdad cuando lo leí no me parecio nada especial, de hecho lo encontré medio aburrido, indefinido en su estilo y me dio la impresión de ser un comic novelado. Lo cierto es que lo considero muy por debajo de Los Altisimos de Hugo Correa o Acá en el tiempo de Antoine Montagne, libros de autores chilenos que mi padre me dio cuando adolescente para introducirme en la lectura de la SF.
Por último solo decir que mientras el común de la gente tenga la imagen de que la SF es algo así como la película "Marcianos al ataque" (Mars Attacks!)los buenos escritores que la practican seguiran siendo considerados como de segunda división.

 
At 9:44 AM , Blogger Baradit said...

En fin, no le puede gustar a todo el mundo, cierto?
;-)

jorge baradit

 
At 9:29 PM , Blogger Daniel Salvo said...

Hola Edmundo, respecto a obras de cf escritas en nuestro continente, en Perú tuvimos la suerte de hallar una novela de folletín escrita en 1843, se titulaba "Lima de aquí a cien años", y trataba sobre un viaje al futuro (1843 a 1943), en el cual Lima era una ciudad moderna al estilo francés y el Cusco se había convertido en una gran pirámide de 3 kilómetros de alto. El Imperio Incaico ha sido restaurado.
Para quienes estén interesados, la novela (no es muy extensa) ha sido publicada integramente en el volumen 7 de la revista "Ajos & Zafiros" de Perú.
Creo que vas a venir para dar un seminario en el Centro Cultural de la PUCP, a dos cuadras está la librería "El Virrey" donde se puede conseguir.

 
At 9:32 PM , Blogger Daniel Salvo said...

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At 9:32 PM , Blogger Daniel Salvo said...

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At 9:32 PM , Blogger Daniel Salvo said...

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At 9:32 PM , Blogger Daniel Salvo said...

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At 9:58 PM , Blogger Daniel Salvo said...

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At 8:23 PM , Blogger Rodrigo Mundaca said...

Constestándole a Gonzalo, del primer post, debo señalar que si bien la hardCF es mi preferida, considero la novela de Baradit bastante meritoria. Coincido que de cierta forma parece un anime (no cómic) hecho novela... tanto así que cuando la leí se me indujeron imágenes super potentes. Algo así me sucedió en su tiempo con obras tan distintas como el señor de los anillos y el código da vinci. Lejos de ser pesada, la novela es tremendamente fluida. Una viñeta se sucede a la otra en forma muy vertiginosa. Otra cosa es el lenguaje. La descripción barroca de las situaciones, los artefactos imposibles y, en general, la mezcla insólita (la gran cazuela) de todo probablemente sea algo pesada para personas que, como yo, estamos más habituados a leer al clásico y sencillo Asimov. Creo que si Baradit fuera gringo, en el mediano plazo habría Ygdrasil en la pantalla grande...

Por otro lado, creo que es algo injusto comparar Ygdrasil con la obra de correa o con algún otro autor *antiguo*. ¿la razón? cada obra es hija de su autor quien a su vez es hijo de su tiempo... esto significa que no puede desprenderse el ambiente de su autor y que esto necesariamente tiene que reflejarse en la obra. La generación actual es la generación de Internet y del videojuego, de la hamburguesa y de lo instantáneo. En este contexto Ygdrasil es hija de su tiempo. No hay que pedirle que sea una copia del estilo de correa o que baradit sea ungido como el *arthur clarke shileno*.

Estoy de acuerdo cuando su autor dice que basta de copiar estilos extranjeros y que hay que dedicarse a escribir *con identidad*, característica intrínseca de Ygdrasil.

 
At 7:10 PM , Blogger fernando naranjo said...

Gallegos Naranjo, tío del escritor Gallegos Lara, escribió una novela a fines del siglo XIX donde imaginaba Guayaquil en el año 2000. Sólo he leído citas de la novela en un libro inetresantísimo sobre el fenómeno urbanístico de Guayaquil (por Pablo Lee y Florencio Compte). Cosas de jugar a adelantado, Gallegos Naranjo no pudo saber, por ejemplo, que las tuberías "de fierro" (sic) serían desplazadas por las de PVC

 

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