Thursday, April 06, 2006


SECRETOS DE LA ESCRITURA SECRETA

Vivimos en una época de códigos. En suficiente pensar en el éxito popular de El código Da Vinci, en el hecho de que todos los días una computadora o un cajero automático nos pide nuestra contraseña para acceder a documentos personales o nuestra cuenta de banco, en la obsesión con que los servicios de inteligencia norteamericanos escuchan conversaciones casuales entre musulmanes buscando la palabra clave que revelará el lugar del próximo ataque de Al Qaeda. Vivimos en tiempos paranoicos, sospechamos que nuestros amigos, nuestra pareja, nuestro gobierno nos engaña; el lenguaje, ese gran instrumento para la comunicación, se nos revela también como un arma sofisticada para el engaño. El universo se nos revela como un gran enigma: es cuestión de un poco de esfuerzo para encontrar su sentido. O sus sentidos, porque todo puede tener un doble o triple sentido. Eso lo sabía William David Friedman, el gran criptoanalista norteamericano que descifró los códigos secretos de los japoneses durante la segunda guerra mundial y que luego organizó lo que vendría a ser con el tiempo, la poderosa National Security Agency, encargada de escuchar las conversaciones de otros gobiernos y de ciudadanos sospechosos (pocos saben que la NSA tiene más presupuesto que la CIA y el FBI, agencias harto más conocidas). Friedman no podía leer el periódico sin pensar que escondido entre los titulares se hallaba un mensaje secreto (alguien se inspiró en esto para una escena similar en Una mente brillante). Friedman terminó recluido en un sanatorio: destino nada extraño para la gente que vive obsesionada por descifrar esa clave que se esconde en las palabras, en las imágenes que bullen en torno nuestro.
Los criptógrafos y los criptoanalistas son personajes con mucho potencial literario, pues en su enfrentamiento se puede condensar una de las formas más estimulantes de entender la literatura: como una lucha entre alguien que cifra un texto (el criptógrafo), y otra persona que intenta descifrar el mensaje escondido en ese texto (el criptoanalista). Jorge Luis Borges, por supuesto, se dio cuenta de ello antes que el resto: toda su obra puede leerse como una gran metáfora de la continua disputa, a lo largo de los siglos y a través de los continentes, entre aquellos dedicados a cifrar mensajes y los que buscan descifrar esos mensajes en procura de la Revelación. En Borges suelen ganar los criptógrafos, o en todo caso el Criptógrafo que está detrás de los criptógrafos; los criptoanalistas –que son, entre otras cosas, hermeneutas de todo tipo: teólogos, intelectuales, detectives--, a veces triunfan y llegan a la Revelación, pero ese triunfo trae consigo la muerte–“La muerte y la brújula”--, la locura –“El Zahir”--, o el silencio de los místicos –“La escritura de Dios”--. Los triunfos de Borges son irónicos, agridulces.
Uno de los cuentos de Borges que toca el tema de manera directa es “El jardín de senderos que se bifurcan”, relato de espías ambientado durante la primera guerra mundial. Yu Tsun debe, “a través del estrépito de la guerra”, enviar a Berlín el nombre de la ciudad a atacar (en ella se encuentra el nuevo parque de artillería británico sobre el Ancre). La ciudad se llama Albert, y Yu Tsun encuentra una forma ingeniosa de cifrar su mensaje: asesinando al reconocido sinólogo Stephen Albert, para que así su apellido aparezca en los titulares de los periódicos ingleses, y el jefe de Yu Tsun pueda descifrar el enigma. Irónicamente, Albert es, a su modo, un gran criptoanalista, y acaba de resolver el enigma del laberinto propuesto siglos atrás por Ts’ui Pen, un ilustre antepasado de Yu Tsun. Para Albert, el laberinto de Ts’ui Pen es un libro, una novela caótica en la que el tiempo es un “jardín de senderos que se bifurcan”. Ts’ui pen no creía en un tiempo uniforme, sino en “una red creciente de tiempos divergentes, convergentes y paralelos… que se aproximan, se bifurcan, se cortan o… secularmente se ignoran, abarca[ndo] todas las posibilidades”. En uno de esos tiempos, Albert y yu Tsun son amigos; en otro, enemigos; en otro, no existen. Yu Tsun comprende, antes de matar a Albert, que al descifrar el laberinto de su antepasado, Albert también ha descifrado a Yu Tsun. La victoria del espía-criptógrafo es, en en fondo, la victoria del criptoanalista (victoria acompañada, como suele ocurrir en Borges, de la muerte).
Otra versión del criptoanalista se puede encontrar en Respiración artificial (1980), la novela de Ricardo Piglia en la que hace su aparición tangencial Arocena, el censor del gobierno que lee las cartas de supuestos opositores en busca del “mensaje cifrado… debajo de lo escrito, encerrado entre las letras, como un discurso del que sólo pudieran oírse fragmentos, frases aisladas, palabras sueltas en un idioma incomprensible, a paritr del cual había que reconstruir el sentido”. Los criptoanalistas son, como Arocena, lectores paranoicos, gente que cree que los textos, las imágenes, el mundo se hallan sobresaturados de mensajes secretos a la espera de sus descifradores. “Toda información parece simple ruido hasta que uno descubre el código”, dice un personaje de Neal Stephenson –ese magnífico Pynchon para la generación cyberpunk— en su novela Snow Crash. Con la esperanza de descubrir el código, muchos criptoanalistas han terminado en el delirio, perdiendo sus facultades mentales: aparte de Friedman, el ejemplo más obvio es el inglés Albert Turing, quien, para desarticular Enigma --la poderosa máquina que los nazis utilizaban para cifrar sus mensajes--, terminó inventando el prototipo de la computadora. Si Piglia recuperara a Arocena para una futura novela, lo más probable sería encontrarlo recluido en un manicomio, buscando en las blancas paredes de su habitación los secretos de la escritura secreta.

9 Comments:

At 6:00 PM , Blogger peyote said...

hey salud!
al demonio el cogigo da vinci.
y bueno...
salve el pendulo 3x3fdy7ef de eco.

 
At 3:36 PM , Blogger Bisama said...

a la rápida tres cosas, edmundo:
1) la lectura de poesía es la versión literaria del criptoanálisis
2) siempre volvemos a respiración artificial: ahí están contenidas dos o tres ideas que pueden ser el centro de como leemos nuestra ficción hoy en día. como lector, me siento más cercano a piglia que a la mitad de la ficción chilena.
3)siempre he soñado con un cuento -quizás lo escriba en estos días- donde Borges, ciego y terminal a mitad de los ochenta es llevado al set donde zemeckis filma "volver al futuro".

eso

 
At 9:12 AM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

Alvaro, todo cierto. Jamás se me ocurrió lo de la poesía, pero ahora que lo dices, pienso que de haberlo sabido antes de escribir El delirio de Turing, podía haber sido mucho mejor. Y escribe tu cuento rápido.

 
At 11:25 AM , Blogger Diego Zúñiga said...

Concuerdo con Bisama con respecto a lo de la poesía... aunque no está mal todo el post que subiste y la idea de criptoanálisis... ahora lo que sí me llama la atención es el asunto de que acabo de leer "Respiración artificial" y la verdad es que no me produjo mucho que digamos... quizás recién la estoy digiriendo... o quizás es algo de edad... Fuguet dijo en un artículo, en ese tiempo que recién había leído "el último lector" y rayó con Piglia, que tampoco le había producido muchas cosas la lectura de "respiración..." pero que luego la releyó y ahí sí que sintió cosas... en fin.. será cosa de edad?? Yo tengo 18... quizás deba crecer... en fin..
Saludos Edmundo... buen post.. y también espero ese cuento de Bisama... en verdad hace rato que estoy esperando ficción de parte de Bisama... algo tiene que decir..
Saludos

 
At 7:10 AM , Blogger Enrique Gallud Jardiel said...

Un post muy interesante sobre un tema que siempre me ha apasioando. Le añadiré un ejemplo: una obra de Tirso de Molina: Amar por señas.
El protagonista tiene tres novias y habla con dos en código secreto. El verso normal es para la primera. Los primeros versos de cada cuarteta, dichos a la primera, forman un segundo mensaje para la segunda. La primera palabra del primer verso de cada cuarteta, un mensaje para la tercera. El galán habla así con tres mujeres a un tiempo. Todo un prodigio.

 
At 10:10 AM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

¡tengo que leer esa obra de tirso de molina!

 
At 11:22 AM , Blogger Luis Moreno Villamediana said...

La idea del criptoanálisis y la obsesión hermenéutica parecen la reelaboración de un topos de la edad media latina: Dios es el autor de dos libros, la Biblia y la naturaleza, y en ambos debemos leer las señas de su majestad. Sir Thomas Browne (uno de los ídolos de Borges) repite el concepto en alguna parte.

En los estados policiales, los sistemas de lectura parecen basarse en una teología insegura e histérica: todos los mensajes son símbolos que adversan la estatura del Salvador local, y eso Piglia lo sabe. Así se intercambian los papeles, de modo que quien descifra lo escrito no se convierte en un beato (o en una víctima, como en Borges), sino en un verdugo.

Pero en Piglia hay también glosas enfermizas que terminan por ser reivindicadas. Recuérdese el inicio de PRISIÓN PERPETUA: "Una vez mi padre me dio un consejo que nunca pude olvidar: '¡También los paranoicos tienen enemigos!'". Es el lado secular de la historia, supongo.

 
At 9:41 AM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

luis moreno, aldo, jorge, sus comentarios han enriquecido mi acercamiento al tema. gracias.
rodriguez baudoin, sebastian, aldo, gracias por el apoyo, la buena onda...

 
At 10:33 AM , Blogger Lindsay said...

Hola Edmundo,
Me disfrutó mucho leer esta entrada, y me hizo pensar en la relación entre los hechos de ser lector y ser criptoanalista, y más, ser escritor y ser criptógrafo. Te pregunto, ¿crees tú que haya una relación directa entre dichos hechos? Ser un buen estudiante de literatura hoy en día en los EEUU significa saber cómo interpretar a los hechos de los clásicos como Twain y Hemingway, dos ejemplos de un mogollón de escritores que usaron su literatura para mostrar sus opiniones reales de sus mundos cuando no pudieron decirlos. Aunque estoy de acuerdo con su opinión de Hemingway, que como dijiste en otra entrada, sus obras son muy sencillas y lineales, se puede ver ‘entre las líneas’ que todas las obras tienen sus propios mensajes.

Mientras muestras claramente en esta entrada una relación entre literatura y criptografía, te pregunto otra cosa: ¿apoyes a esta conexión? Usaste el ejemplo de la película Un Mente Brillante en que el protagonista se vuelve loco a causa de interpretar los códigos. En su novela Sueños Digitales, el protagonista también no se puede escapar del mundo de los códigos. Me parece que ningún escritor escribe sin propósito, entonces se puede decir que el mundo literario se convierte en un mundo de códigos. De hecho, creo que el gran valor de la literatura se basa en que el texto literario suele ser leído como un territorio de códigos. ¿Si nadie diera cuento de esto, sería la literatura tan importante?

 

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